sábado, diciembre 20, 2008

Capítulo 8

Había pasado un año desde aquel incidente. Yo me encontraba descansando en mi casa, ordenando y preparando todo. Hoy en la noche nos reuniríamos Gilder, Petit, John, Fernando, Dopamina y unas amigas y amigos de Dopamina. Por tanto, debía estar todo en orden. La sensación de odio que experimenté hace un año no se volvió a producir, algo que a veces extraño. Ese poder era indescriptible.

Alrededor de las 9 PM, llegaron todos los invitados juntos. Estábamos Gilder, Dopamina, Petit, John y su pareja, Fernando también con su pareja, y dos amigas más de Dopamina, Eva y Cecilia. Nos sentamos en la mesa a disfrutar una cena, y charlamos mucho. Parlamos de distintos temas, pero en ningún momento se tocó el incidente, el cual luego de ocurrido se hizo público. La versión final que se entregó fue que Espectro era un científico malvado que quería dominar el mundo, y que nosotros fuimos quienes lo detuvimos. Se nos dieron premios y se nos galardonó en todos lados. Yo no fui a ninguna premiación, por lo que todas me llegaban a la casa, que no ha cambiado en nada. En cierto momento, Eva toca el tema y dice:

-Que extraña me siento de compartir mesa con héroes como ustedes- dijo con voz coqueta- pero ahora podrían contarnos todo lo que ocurrió ahí

-Si, nosotras no sabemos nada más fuera de la versión oficial- Dijo Cecilia. Su voz, de alguna manera, me cautivaba.

-¿Qué les podemos contar?- Dijo Petit –Fue algo de verdad muy difícil, pero pudimos sacarlo adelante.

-De hecho en algunas ocasiones- comenzó a relatar John -pensamos que todo estaba perdido.

-Pero pudimos derrotar a Espectro…- prosiguió Gilder -Y volver sanos y salvos a nuestro hogar.

Y así prosiguieron conversando sobre el incidente durante alrededor de dos horas. Yo solo escuchaba. No me gustaba recordar aquél incidente, por que recordaba las cosas que más he deseado en mi vida: Una pareja que me ame, y ser mejor que el resto. Dopamina era parte de mi pasado, y logré dejarla atrás con facilidad, también en parte a que somos grandes amigos y prefiero miles de veces más su amistad. Pero ser mejor que el resto es algo que lo tuve en mis manos. El invento de Espectro logró que yo fuera superior por momentos. Pero ese inventó ya desapareció. Eso me ha deprimido todas las noches desde el incidente. En esos momentos, la voz de Cecilia interrumpió mi pensamiento.

-Y usted, señor………. ¿Qué piensa al respecto? ¿No tiene nada que decir sobre el incidente?- Dijo la joven, preguntándome claramente a mí.

Yo la miré fijamente, y respondí:

-La verdad, señorita Cecilia, es que no. Para mi el incidente es cosa del pasado, y el pasado jamás vale la pena recordarlo, por muy glorioso que sea. Usted siente que está con héroes, pero aquí no hay héroes. Somos solo soldados normales que cumplieron con su deber.

Ella me miró fijamente con mucha ternura. En eso, Gilder exclama:

-¡¡Pero hombre por favor!! Quizás nosotros no seamos héroes, pero tú sí que lo eres. Fuiste tú quién nos rescató cuando nos atraparon, fuiste tú quién mató a Espectro, y fuiste tú quién nos dio fuerzas para seguir adelante-

Yo me reí sarcásticamente. ¡¡Que bobadas!! Yo hacer todo eso. ¡Já!

-Así que, el modesto hombre que considera que no son héroes, en realidad es el héroe más grande del incidente por lo que veo.- Dijo la joven Cecilia.

-Ya le dije, señorita, que no soy ningún héroe- Dije secamente. La situación era bastante incómoda.

-Quizás usted no se considere un héroe, pero sus amigos si- Respondió ella.

-Es la opinión de ellos, la cual no comparto- Repuse. Comencé a molestarme, Cecilia insistía bastante y era cargante.

La joven me miró fijamente a los ojos, y me dijo:

-Apuesto a que debajo de esa coraza se esconde una gran persona- dijo con dulce voz.

-Eso, Cecilia, lo dejo a su criterio. Solo quiero decirle que no hay ninguna coraza, ni ningún héroe, ni nada. Somos hombres comunes y corrientes. La única coraza que tengo es mi piel, y mi chaleco antibalas en la guerra. Ahora le pido que por favor no toque más el tema, por lo menos no en mi presencia. Si yo fuera héroe, no tendría la mala suerte ni me faltarían las cosas que me faltan. Ahora, con el permiso suyo, me retiro por que hay muchos platos que lavar. Espero la comida haya sido de su agrado. Si no, le pido que me disculpe.- Dije, y me retiré de la mesa.

La joven Cecilia quedó mirando fijamente hasta que yo desaparecí de la sala. Los demás observaron el episodio, y Dopamina le dice a la muchacha:

-No te preocupes. El es así. Odia tocar ese tema, y no reconoce sus propias virtudes. Hemos tratado de hacerle entender, pero nos ha sido inútil. Pensé que había cambiado, pero al parecer me equivoque- dijo con voz apagada.

Cecilia observó a Dopamina fijamente y pucho mucha atención mientras hablaba, y luego se despidió de todos por que debía irse. A los minutos, todos se fueron. Por fin volví a estar solo. Ordené todo, y me fui a dormir. Antes de hacerlo, pensé en uno de mis mayores anhelos, tener una novia. Y recordé aquel día, cuando tenía 16 años y dije “Algún día, el nunca haber tenido novia me pasará la cuenta”. La situación me daba la razón. Necesitaba a alguien. Pero luego reflexioné, y dije “Yo no pololeo por un simple motivo: Soy una mierda de persona. Nadie podría pensar en mí fuera del estúpido cartel de héroe que adopté luego de ese maldito incidente”.

Cuando comenzaba a dormir, alguien tocó la puerta. Era Dopamina. Tenía un aspecto horrible, estaba muy deprimida. Le pregunté que había sucedido. Estaba llorando. Que patética…

-Gilder… Gilder… ¡¡Gilder me engaño!! Lo encontré escondido besándose con Eva.- Dopamina lloraba patéticamente, y yo no entendía por que.

-Tengo solo dos preguntas. La primera, por que lloras, y la segunda, por que viniste aquí.

-Lloro por que me dolió que haya hecho eso. ¡Teníamos tantos planes! Y vine aquí por que necesitaba contarle a alguien.

-Entonces, piensa en otra persona. Yo no te voy a solucionar tu problema, por que tengo mis problemas también. Ocúpate de tus asuntos, y yo de los míos. Y no me metas en tus dilemas. Además, no se como te pudo doler si no te golpeó ni nada parecido…-Dije. Me pareció lo mas adecuado que le pude decir, y lo menos hiriente. Dopamina me miró, no pronunció ninguna palabra más y se marchó… Antes de cerrar la puerta, me dijo:

-Se suponía que éramos amigos. Pero al parecer, eres demasiado frío para entender a la gente. Espero que algún día te des cuenta…

-Que te vaya bien, adiós- le respondí. Encontré absurdo lo que me estaba diciendo.

Cuando se fue, me apresté a dormir de nuevo, muy enojado. ¿Por qué demonios acudió a mí para contarme semejante estupidez? Yo tengo mis problemas, y no le voy a ir a solucionar los suyos. Cada uno es responsable de sus problemas. Y aún no entiendo como demonios le pudo doler, si no mencionó que la hayan golpeado. Quizás le dolió el “corazón”, como alguna gente dice. Que grandiosa estupidez. Los sentimientos solo sirven para que podamos ser manipulados. Nos vuelven débiles y vulnerables. En pocas palabras, no sirven para nada útil. Y es tan fácil aparentarlos, que no cuesta nada engañar a la gente. Esa habilidad me servirá bastante en futuras guerras. Y con ese pensamiento, me dormí profundamente. Y como en todas las noches de mi vida, no soñé nada...

No hay comentarios.: