lunes, junio 23, 2008

Capítulo 5

Al llegar a la casita abandonada, no había nadie. Aún no anochecía, por lo que decidí esperar a mis amigos, que quizás aún investigaban la ciudad. Mientras esperaba, pensaba en lo que acababa de ver. Aquel cuerpo que irradiaba ese odio, ¿era de un humano? ¿Es posible transmitir sentimientos después de muerto? Siempre fui creyente solo de lo que puedo ver y tocar, por tanto me pareció una idea absurda. ¿Pero como era posible? Bastaba ver la expresión de sus ojos, para sentirse profundamente odiado. Y el otro cuerpo… ¿Quién podría haberle hecho eso? Matarlo de esa manera, y encima escribir con sangre esa frase. Sentí que había algo mucho mas profundo que una guerra. Quizás alguna especia de enfermo mental. Pero… ¿Uno? Difícil. Estaba inundado en preguntas, y buscando su respuesta, solo llegaba a más interrogantes. En eso, siento que abren la puerta de la casa. No podía estar seguro si eran mis amigos, por lo que tomé mi M-16 y me camuflé. Entraron a mi habitación. Lo que vi en ese momento, no lo olvidaré jamás. Era un “ser” idéntico al cadáver que encontré en ese sótano. Su cara irradiaba un odio indescriptible. Eran idénticos al humano, excepto por una capucha, una arma bastante extraña, y su expresión. En sus brazos cargaba un cuerpo. Lo dejó en el suelo. Miré el cuerpo. ¡¡Era John!! Salí de mi escondite, y, apuntando a la criatura, le dije que se mantuviera quieto. Comenzó a reírse de una manera bastante tétrica. Me miró a los ojos, y dijo que no creía que hubiera nadie más que aquellas “cuatro moscas” que habían encontrado. Esas cuatro moscas sin duda debían ser mis amigos. Le pregunté que les habían hecho y donde estaban. Rió nuevamente, y respondió que ellos ahora “están en excelentes manos”. Y en eso, me apuntó con su arma, que era una especie de tubo conectado a la cabeza de este “ser”. El “tubo” comenzó a encenderse. Comencé a sentir una espectacular fuerza que fluía por mí. De pronto, sentí como mi sangre prácticamente hervía. Sentía un odio indescriptible. Comencé a despreciarlo todo. En eso, John, que aún estaba vivo, se levanta y apuñala en la cabeza al ser. El ser exclama que por fin encontraron al sujeto para completar el ejército, y cae al suelo, aparentemente muerto. En eso, por radio dice que lo encontró. John, que estaba claramente malherido, lo patea para matarlo definitivamente. La extraña sensación de odio, pero a la vez de poder, desapareció. ¿Qué demonios intentó hacerme ese ser? John me preguntó si estaba bien, a lo cual respondí que sí. Me dijo que estaban en la casa, cuando aparecieron, de la nada, 4 de esos seres. Como los mejores espías, habían entrado a la casa sin que los escucharan, y los capturaron a todos. Los sedaron, y los llevaron quién sabe donde. Por algún motivo, aquel ser se devolvió a la casa. Y por eso había llegado el monstruo con el aquí. Yo escuchaba, pero no razonaba las palabras de John. Seguía dándome vueltas aquella sensación. Ese poder indescriptible. Ese odio que me hacía sentirme completo. Me hacía sentirme capaz de ganarle a cualquiera, incluso a mis amigos genios Gilder y Petit. Quería experimentarlo nuevamente. John me propuso que fuéramos de inmediato a la busqueda de nuestros amigos. Respondí que sí, y ambos salimos a buscarlos. Nos separamos, y acordamos juntarnos al amanecer en una cueva a 15 kilómetros de la casa, puesto que ya no era segura. John iría a la zona central de la ciudad, mientras que yo iría al oeste, por que el dijo que recordaba haber escuchado hablar a los monstruos sobre el oeste de la ciudad antes de sedarse completamente. Eran más de 30 kilómetros de viaje. Me preparé, y me dispuse a ir a investigar el lugar.

Al llegar, noté de inmediato la presencia de esos “seres” en los alrededores. El olor a sangre del lugar era impresionante. Sigilosamente, comencé a recorrer los edificios del sector, todos destruidos, y algunos totalmente derrumbados. Mi mente estaba dividida en dos. Por un lado, solo quería salvar a mis amigos. Ellos no podían morir. Y por otro lado, la sensación de poder que experimenté con el arma de aquel ser. Quería sentir esa sensación nuevamente. En eso, escucho a dos seres acercarse. Me escondo, y los escucho atentamente. Hablaban de una chica, que por órdenes superiores, no podían tocar por nada del mundo, y de un hombre llamado Gilder, que estaba prisionero en el cementerio, a 2 kilómetros de donde estaba ubicado. Con que Gilder esta vivo. Me dispuse a ir al cementerio. En el camino, aparte de ver a muchos de esos seres, vi como algunos usaban su arma contra algunas personas, las cuales emitían gritos de desesperación, de un dolor indescriptible. Luego, su cara se desformaba horrendamente, y caían muertos, sin piel y con sus órganos totalmente a la vista. Su sangre comenzaba a salir a chorros de todo el cuerpo. Con que esos son los efectos del arma. ¿Pero por que a mí no me hizo eso? ¿Por qué parecía que a mi me hacía mas fuerte? Preferí no pensar en eso. De paso, eso me explicó como murió el hombre del sótano. Llegué al cementerio. Comencé a infiltrarme lentamente, hasta llegar a lo que parecían ser una especia de celdas. Comencé a buscar a mi amigo. En el camino, observé las otras celdas. Todas tenían cuerpos horrendamente destruidos por las armas de esos seres. Otros, al parecer, no aguantaron y se suicidaron. Casi en el final de las celdas, encontré a Gilder. Estaba inconsciente. Abrí la celda, lo reanimé, le expliqué la situación, y le dije que debíamos salir de ahí lo más pronto posible. Gilder me agradeció de corazón por rescatarlo, y me dijo que no soy tan frío ni indiferente como todos piensan. Le dije que solo lo salvé por que no podía hacer la misión solo, que necesito refuerzos, en especial a alguien tan brillante como él. Gilder dijo que yo era muy bueno para usar pretextos. No supe que rayos quiso decir con eso. Cuando íbamos saliendo, los seres nos estaban esperando. De entre todos, destacaba uno. Era casi humano, excepto por su estatura. Media tres metros, y su cara reflejaba un odio inmenso, muchísimo más grande que cualquiera de los otros seres. Se acercó. Lo apunté con mi arma. En eso, el ser exclama:

-¿De verdad me dispararás? ¿Tienes las agallas para hacerlo?

Sentí eso como una ofensa. Con toda mi fuerza, jalé el gatillo de mi metralleta. Las balas comenzaron a salir. Pero pasó algo increíble. Todas las balas parecían desviarse. Ninguna dio en el blanco. El ser gigante rió profundamente, y exclamó:

-Tus balitas no me hacen nada. Tú vendrás conmigo, y dirigirás mi ejército. Pero antes, déjame presentarme. Me llamo Espectro. Por fin encontré un soldado con las características que buscaba. Ahora ya nadie puede detenernos.

No sabía de qué demonios estaba hablando ese ser.

-No se a que mierda te refieres con eso-le dije- Pero no dirigiré ninguno de tus ejércitos. Ahora, mas te vale dejarme pasar, a no ser que quieras que me enfrente a todos.

-¿Tú? ¿Contra todos nosotros? No. No es necesario. Solo te enfrentarás a mí.

¡¡Soldados!! –Exclamó, dirigiéndose a todos los otros seres- retírense. Al instante, todos los otros monstruos se fueron, dejándome solo con Espectro y Gilder que, sentado y malherido, solo observaba la escena.

-Ya viste que las balas no tienen efecto en mí –Comenzó diciendo Espectro- así que será un combate cuerpo a cuerpo. Aunque si quieres disparar, hazlo. Solo malgastarás balas.

No tenía opción. Debía matarlo si quería salir de ahí. Le dije a Espectro que dejara irse a mi amigo. No opuso resistencia. Le entregué mi arma, y le indiqué donde estaba la cueva. Gilder se fue. Solo quedaba yo y Espectro. El ser rió profundamente, exclamó que esto sería muy entretenido, y comenzó su ataque. Además de ser muy alto, tenía una fuerza extraordinaria, y una agilidad impresionante, sobre todo para su altura. Yo apenas si podía repeler sus golpes, y no atacaba.

-Vamos. Seguro que puedes pelear mucho mejor que eso –Dijo Espectro

La verdad es que no podía. El era demasiado poderoso.

-Si no me derrotas, daré la orden que maten a Dopamina –Exclamó el monstruo

En ese momento, me paralicé. Dopamina, la mujer por la cual estoy acá, la que me quita el sueño, en la que pienso todo el día y noche. Con que estaba viva. Y está aquí.

-Si la mato, seguro que me odiaría, ¿cierto? –Dijo el ser

-Te odiaría con toda mi alma, maldito. Más te vale no ponerle un dedo encima.

En eso, Espectro deja de atacar. Emite un sonido, y aparecen dos de los seres más pequeños, con una gran jaula, y dentro de ella, la bella Dopamina. Estaba viva. Los seres se retiraron. Espectro abrió la celda, y comenzó a toquetearla. Pasaba su larga lengua por la cara de Dopamina.

-Que desperdicio –Dijo- que una mujer tan bella deba morir.

No lo permitiría. El odio a Espectro comenzó a apoderarse de mí. Lo ataqué sin pensarlo, hiriéndolo. El monstruo sonrió, y exclamó:

-Perfecto. Deja que tu odio se apodere de ti. ¡¡Atácame!!

No lo pensé. Continué con mi ataque. Espectro no se defendía. El odio tomaba posesión de mi cuerpo. Mis ataques cada vez eran más violentos. En eso, Espectro me apunta con el “tubo”

-Creí que esto era sin armas –Le dije.

-Lo es. Veremos que tal te sientes ahora- Y el tubo se encendió. Nuevamente sentí la sensación de poder, de ese odio eterno, dentro de mí. Sentía poder, mucho poder. Ataqué al monstruo, hiriéndolo gravemente. El tubo se apagó, y dejé de sentir esa sensación.

-De verdad que tú eres a quién buscó –Comenzó diciendo Espectro- Recuerda esa sensación. Por ahora, los dejaré que se vayan. Tu fuerza es más grande de lo que pensaba. Si quieres, llévate a la chica. Te estaré esperando en la zona este de la ciudad. Reagrúpate con tus amigos, y ve a buscarme. Esperaré con ansias nuestro encuentro. Hasta ese momento, ódiame. Nos veremos pronto.

Y el monstruo desapareció…

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